Dhammapada: Los Sutras de Buddha (26 al 30)

Sutra 26

Eres como la hoja amarilla. Los mensajeros de la muerte están cerca. Vas a realizar un largo viaje. ¿Qué llevarás contigo?

Sutra 27

El no se entretiene con aquellos que tienen un hogar ni tampoco con los descarriados. No queriendo nada, viaja en solitario.

Sutra 28

Vive en el amor. Haz tu trabajo. Pon fin a tus pesares.

Sutra 29

El camino no está en el cielo. El camino está en el corazón.

Sutra 30

Todo surge y desaparece. Pero quien despierta, lo hace para siempre.

Dhammapada: Los Sutras de Buddha (21 al 25)

Sutra 21

Aquel que desea despertar realiza sus deseos gozosamente.

Sutra 22

Vive en el gozo, en paz, aún entre los preocupados.

Sutra 23

Libérate de los apegos.

Sutra 24

Con amabilidad supera la ira. Con generosidad supera la mezquindad. Con la verdad supera la decepción.

Sutra 25

Los sabios no dañan a nadie, son maestros de sus cuerpos y se dirigen al país sin límites, van más allá de la pena.

Dhammapada: Los Sutras de Buddha (16-20)

Sutra 16

El hombre ignorante es un buey. Crece en tamaño, no en sabiduría.

Sutra 17

Para enderezar lo torcido primero debes hacer algo más dificil: enderézate a ti mismo.

Sutra 18

La maldad es tuya, el pesar es tuyo. Mas la virtud y la pureza también son tuyas. Tú eres el origen de toda pureza y de toda impureza.

Sutra 19

No vivas en la distracción y los falsos sueños del mundo, fuera de la ley divina.

Sutra 20

Gobiérnate a ti mismo según la ley divina. Esta es la simple enseñanza de los que están despiertos.

Dhammapada: Los Sutras de Buddha (11 – 15)

Sutra 11

Mejor que mil palabras huecas es una palabra que aporta paz.

Sutra 12

Es mejor la conquista de uno mismo que ganar mil batallas. Así, la victoria será tuya. Ni ángeles ni demonios, ni cielo ni infierno, te la pueden arrebatar.

Sutra 13

Sé diligente para hacer el bien. Si eres lento, la mente, deleitándose con su maldad, te atrapará.

Sutra 14

Todos los seres tiemblan ante la violencia. Todos temen la muerte. Todos aman la vida.

Sutra 15

Como un noble caballo rápido bajo el látigo, arde y sé veloz.

Dhammapada: Los Sutras de Buddha (6 – 10)

Sutra 6

Una mente más allá de los juicios observa y comprende.

Sutra 7

El confundido* que reconoce estarlo es muy sabio. El confundido que se cree un sabio es sin duda un necio.

Sutra 8

El viento no puede agitar una montana. El elogio ni la culpa mueven al hombre sabio.

Sutra 9

Felicidad o tristeza; cualquiera que te acontezca, sigue tu camino intacto, desapegado.

Sutra 10

Aún estando en un bosque vacío él encuentra disfrute porque no desea nada.

 

*Uso el término confundido en vez del original en la traducción que es necio, traducido del inglés fool: tonto, bobo, loco.

Dhammapada: Los Sutras de Buddha (1 – 5)

Los Sutras son  frases, afirmaciones esenciales, que llevan implícita o explícita una verdad que debe ser desvelada a través de la interiorización. No son frases para recordar, son conceptos para desarrollar e internalizar, sentir, y adaptar al comportamiento diario. En su tiempo, 500 A.C., fueron una herramienta de transmisión de las verdades que los iluminados deseaban dejar a sus adeptos o descendientes. En esos tiempos no existían ni la imprenta ni los libros, y por lo tanto todo traspaso de cultura dependía de la trasmisión oral. Esto exigía que las afirmaciones, los Sutras, fueran cortos, concisos, y sobretodo genéricos.

Siddharta Gautama, el Buddha, dejó 53 Sutras en su obra Dhammapada, los que en conjunto constituyen toda su doctrina. Cada Sutra debe ser cuidadosamente leído y se debe reflexionar sobre su contenido. Casi todos son crípticos, las verdades contenidas no están en exhibición, sino que hay que develarlas mediante su profunda comprensión y meditación, alcanzando su significado esencial y universal.

Iremos entregando los 53 Sutras del Buddha, en lotes de 5 cada vez. Estamos utilizando la recopilación de Osho en sus Cartas de Meditación (EDAF, 2004).

Estos Sutras están copiados de la web http://4grandesverdades.wordpress.com, sacándoles el comentario y dejando solo el Sutra. Si quieres verlos con comentario puedes ir a la web.

Sutra 1

El confundido* duerme como si ya estuviera muerto, sin embargo el maestro está despierto y vive para siempre. Él observa. Tiene claridad.

Sutra 2

Atento entre los despreocupados, despierto mientras otros duermen, veloz como una carrera hípica, deja a sus competidores atrás.

Sutra 3

Así como el arquero talla y pone sus flechas rectas, el maestro dirige sus pensamientos descarriados.

Sutra 4

En este mundo el odio nunca ha disipado al odio. Sólo el amor disipa al odio. Esta es la ley, ancestral e inagotable.

Sutra 5

Tú también pasarás a mejor vida. ¿Cómo puedes pelearte?

 

*Uso el término confundido en vez del original en la traducción que es necio, traducido del inglés fool: tonto, bobo, loco.

El Paraíso Perdido

Érase una vez, en una gran ciudad, un niño llamado Filipo. Él gustaba de jugar, de la naturaleza y de los animales, mas no encontraba muy a menudo oportunidades para eso en su casa. De hecho Filipo veía que casi todo al mundo a su alrededor estaba siempre preocupado. Y él tenía un recuerdo que no conseguía encontrar en sus vivencias: la Felicidad.

Filipo recordaba una sensación de paz, de levedad, de unión… la Felicidad. No sabía muy bien cuándo la había sentido, si antes o después de nacer, pero tenía totalmente claro el recuerdo de esa sensación. Un día (porque siempre llega un día en los cuentos), Filipo se decidió a buscar la Felicidad. Comenzó preguntando a sus padres si ellos sabían donde estaba. No supieron darle una respuesta. Siguió preguntando a todas las personas que se encontraba, y sólo una supo responderle, su abuela. Ella le dijo que no sabía exactamente donde estaba la Felicidad, pero que había aprendido que la Biblia podía llevarte hasta ella.

Entonces Filipo abrió la Biblia y encontró una pista: El Paraíso Perdido. Allí encontraría la Felicidad que recordaba. Salió de su casa y comenzó a caminar en busca de ese lugar, sin saber hacia donde iba y convencido de llegar. Salió de la ciudad. Y siguió caminando. Siguiendo su guia interna. En el camino se encontró con una chica, Manuela, que también iba buscando su Verdad. Charlaron y se dieron cuenta de que más allá de las palabras iban buscando lo mismo. Así que decidieron unirse y caminar juntos.

Filipo y Manuela recorrieron primero las montañas y los rios. Y no hayaron lo que buscaban. Decidieron entonces ir hasta el centro de las selvas y los desiertos. Allí tampoco. Luego aprendieron a manejar submarinos y aviones y recorrieron las profundidades de los oceanos y los cielos. Vieron cosas maravillosas, pero tampoco encontraron la Verdadera Felicidad. En una explosión de energía consiguieron viajar fuera del planeta y recorrer el espacio, seguros de que allí lo encontrarían, pero no apareció.

Ya no les quedaban lugares por recorrer, habían pasado muchos años de búsqueda y decidieron volver a la tierra y parar un tiempo. Ahí se les ocurrió una nueva idea, quizás el Paraíso Perdido no estaba en ningún lugar, sino dentro de las personas. Entonces consiguieron una pequeña casa con lo mínimo necesario y comenzaron a buscar el Paraíso Perdido dentro del otro. Se sentaban uno delante del otro durante horas y horas, recorriendo cada parte del alma y el cuerpo del otro, encontrando lugares llenos de placer y amor. Disfrutaron. Mas tampoco encontraron el Paraíso Perdido, la Verdadera Felicidad.

Ya sin más ideas decidieron rendirse, dejaron de buscar. Habían dedicado toda su vida a esa búsqueda y ahora no sabían que hacer. Decidieron cada uno hacer lo que sintiese cada día. Unos días trabajaban en la huerta, otros en el jardín, otros en la computadora, a veces hacían ejercicio y otras se paraban a observar, pintaban o danzaban, cantaban y reian. Limpiaron la casa y el terreno. Y en la puerta pusieron un cartel: Paraíso.

La palabra paraíso procede del griego παράδεισος, paradeisos (en latín paradisus), usado en la Septuaginta para aludir al Jardín del Edén. El término griego procede a su vez del persa پرديس paerdís, que es un compuesto de paer-, ‘alrededor’, y -dis, ‘crear’ o ‘hacer’.