Rupert: La adicción de cualquier tipo, ya sea la conducta sexual, el alcohol, las drogas, el tabaquismo o cualquier forma más leve de comportamiento, siempre tiene su origen en la creencia y, lo que es más importante, en la sensación de estar separados, limitados y localizados.
La forma más común en la que esta creencia y sensación de separación se manifiesta es en el sutil o no tan sutil rechazo de la situación de este momento ― es decir, «no me agrada lo que está ocurriendo» y «quiero algo diferente a lo que está ocurriendo».
Estas dos actitudes ―tradicionalmente referidas como miedo y deseo― son las dos caras del aparente yo separado. Son dos de las formas más comunes de «resistencia a lo que es». En otras palabras, «la aparente entidad separada», la «resistencia a lo que es», y «la búsqueda de la felicidad» a través de diversos objetos, sustancias o experiencias, son sinónimos.
Estos tres estados son, de hecho, uno y el mismo estado y también podría llamarse «ignorancia» o «ignorar la verdadera naturaleza de la experiencia». Por lo tanto, «la aparente entidad separada», la «resistencia a lo que es», y «la búsqueda de la felicidad» son incompatibles con la comprensión experiencial de la naturaleza no-dual de la experiencia.
El origen de la «resistencia a lo que es», es la creencia de que lo que somos, la Conciencia, está limitada y localizada dentro de un cuerpo. Esta identificación imaginaria de nuestro Yo con un objeto limitado (que, después de ser investigado resulta, en sí, ser imaginario) crea una entidad aparente. El «Yo» real de la Consciencia parece convertirse en el «yo» limitado de la entidad separada imaginada. Es decir, pensamos y sentimos que somos un cuerpo.
Esta aparente entidad, aparentemente hecha de un objeto intermitente es, por definición, inestable y siempre está amenazada por el cambio y la desaparición. De ahí el miedo que reside en su corazón y su corolario natural, el deseo.
El miedo viene del presentimiento de que cuando esta sensación intermitente (la forma en la que el cuerpo está apareciendo en este momento) desaparece, «yo» desapareceré con él. Y el deseo viene de la aparente necesidad de sustentar esta entidad fugaz que creemos y sentimos que somos, para perpetuar su aparente existencia.
Para empezar, este miedo y deseo se manifiestan en las formas más inocuas de conducta, la más común es el pensamiento innecesario, la charla o el comentario casi constante con el que la mayoría de nosotros estamos familiarizados.
Este comentario inocuo es la forma más simple de «rechazo a lo que es». Es la charla de fondo repetitiva que asegura que la atención se desvíe casi siempre de «lo que es». Esta es la adicción primaria.
«Lo que es» se considera demasiado aburrido, llano y sin incidentes como para ser digno de atención y el pensamiento ofrece un mundo de sueño alternativo hacia el que podemos escapar del sopor o incomodidad del momento.
Una mirada honesta a nuestro pensamiento mostrará que la mayor parte de éste no sirve para ningún propósito práctico, inteligente o creativo. Es simplemente una especie de relleno que sirve para distraer la atención del aburrimiento de «lo que es».
La gran mayoría de nuestros pensamientos sobre el pasado y el futuro solo sirven para legitimar y perpetuar este tipo de pensamiento. Sin embargo, precisamente porque este tipo de pensamiento se considera inofensivo (en el sentido de que no tiene ningún efecto perjudicial sobre el cuerpo o sobre la sociedad), pasa, en gran medida, desapercibido, y de hecho es fomentado por nuestra cultura en general.
Por esta razón, es la forma más común y efectiva de adicción en la que casi todo el mundo se encuentra involucrado, generalmente sin saberlo. Y en eso radica su eficiencia al mantener vivo el sentido de separación. Por lo tanto, es el refugio perfecto para el yo aparentemente separado.
Sin embargo, a medida que crecemos, este pensamiento sutil deja de ser suficiente para mantener a raya la ansiedad, el mal-estar y la incomodidad del sentido de separación y comenzamos a recurrir a formas más poderosas de evasión.
Estas formas más poderosas de evasión son las formas comunes de adicción con las que estamos familiarizados: el trabajo excesivo, el comer excesivo, la actividad excesiva, la adicción al dinero, el uso excesivo de la televisión, el consumo excesivo de alcohol, el tabaquismo, las drogas, la pornografía, etc. etc.
Todas estas formas son simplemente estrategias de evasión ― evasión de «lo que es», evasión de «esto». Evasión del «ahora». Son refugios familiares del sentido de un yo separado.
La sociedad traza una línea basada en si la actividad adictiva en cuestión es un peligro inmediato en sí misma, en cuanto a la legitimidad de cada una de estas actividades, de este modo tolera unas y condena otras. Sin embargo, desde el punto de vista de la ignorancia, todas son simplemente estrategias de evasión y negación. De hecho, cada una es simplemente una variación de la evasión raíz ― el pensar incesante que gira en torno al pensamiento «yo».
Si abordamos honestamente, como tú lo has hecho, nuestra experiencia, siempre encontraremos este pensamiento y su contrapartida más profunda en nuestros sentimientos a nivel del cuerpo, por debajo o por detrás de todas las formas subsiguientes de adicción.
Todo comienza con «yo», el cuerpo. Esa es la raíz de todo el sufrimiento que nuestras adicciones buscan aliviar.
Si la sociedad condena una forma de adicción más que otra, por cualquier razón, podemos ser persuadidos a cambiar el rumbo, pero en nuestros corazones este fuego de incomodidad, de evasión y rechazo, y su inevitable contrapartida en la búsqueda de la felicidad (que es otro nombre para la adicción) continuará. Y no descansaremos realmente hasta que hayamos llegado a la raíz del asunto. Llegar a la raíz del asunto significa ir a la fuente del aparente «yo» separado, no solo a la creencia del «yo» separado, sino, lo que es más importante, al sentimiento de ello.
Solo cuando todo el mecanismo del aparente yo separado ha sido visto claramente en toda su sutileza, estamos libres de ello, es decir, la Conciencia se sitúa «conscientemente» en y como Sí misma, sin ser aparentemente ocultada por la creencia y la sensación de separación.